La mayoría de los acontecimientos significativos de la historia tiene relación directa o indirecta con la movilidad humana. Además, la migración produce efectos positivos en ambos lados: tanto para el migrante, quien parte en busca de nuevas oportunidades, como para el país que lo acoge, el cual se enriquece con las capacidades, competencias y diversidad cultural que ese viajero lleva consigo.

El migrante juega, además, un importante papel en la economía y la sociedad del país de destino. En cuanto trabajador, produce riqueza y aporta habilidades, experiencias y conocimientos diferenciados; mientras que como consumidor, genera demandas, consume productos y servicios y paga impuestos, puesto que participa en la dinámica económica de aquel lugar. Todo esto sin contar su significativa intervención en importantes sectores de la economía, como son los casos, entre otros, de las industrias textil, alimenticia y hotelera, de la construcción civil y de la agricultura.

También existen otros temas sin vínculo con la faceta económica o laboral que son de suma importancia, como son los aspectos culturales o sociales. La presencia de migrantes estimula el intercambio de experiencias, valores, expresiones culturales y múltiples formas de convivencia humana, algo que fortalece la construcción de una sociedad multicultural, diversificada e inclusiva, con respeto y dignidad humana.

Asimismo, en contacto con su comunidad de origen, el migrante es portador de toda su experiencia adquirida y, de esta forma, tiende puentes entre diversas culturas y naciones. El potencial del desarrollo económico para todos es evidente con el surgimiento de nuevas oportunidades de mercados laborales, la creación de lazos comerciales, las transferencias de tecnologías y conocimientos y la consolidación de visiones y actitudes que fortalecen las democracias.

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